En la década del treinta del siglo pasado en que todo parece en movimiento, Joaquín Edwards Bello se vuelve, en cambio, definitivamente sedentario. Este dandy que ha paseado con tongo y corbata papillón por las capitales europeas, que ha apostado en los grandes casinos de la Riviera francesa y en tugurios madrileños, no volverá a viajar. Luis Alberto Sánchez asegura que en Cuba lo esperaron en varias oportunidades, que en otros países solicitaban su presencia. Y es que Joaquín Edwards Bello tuvo fama continental antes que los grandes de la época, como Rómulo Gallegos y José Eustasio Rivera, abuelos del bullado boom latinoamericano. Pero, contradictorio como él es, subraya Sánchez, “si no sale de Chile, no deja de acicatear a los chilenos con ejemplos extranjeros”.
– Cecilia García-Huidobro